San Martín

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Testimonio EDAP


El día de ayer, los que participamos en la EDAP, tuvimos la oportunidad de oír el  testimonio de una pareja de nuestra parroquia: Mary y Juan. El tema tratado fue sobre "La Familia: Apoyar la Pastoral Familiar". Junto a ellos, otras dos parejas nos hablaron de sus experiencias vividas como familia cristiana.
Aquí les brindamos un pequeño resumen de Mary y Juan:

DEJARSE HACER

¿Cómo nos hemos sentido inspirados por el Espíritu para ser una familia?
Cuando hace 31 años decidimos casarnos y hacerlo por la Iglesia no podemos contar un testimonio maravilloso de fe.
No podemos hablar de dos jóvenes creyentes, practicantes, con una relación de amistad con Dios, que queriendo hacer presente a Dios en su vida de pareja deciden casarse por la Iglesia.
Lo siento pero no.
La realidad es que tras una relación de 5 años, a los 21 y 23, pensamos que era el momento de dar un paso en nuestra vida.
No decidimos casarnos por la Iglesia de una convicción profunda de fe, no decidiríamos más tarde, bautizar a nuestras hijas por nuestra profunda religiosidad. Nada de eso era consciente en nosotros en aquel momento.
Simplemente seguíamos el camino que nuestros mayores nos habían enseñado, éramos dóciles y lo que nuestros mayores tenían por bueno, eso era lo que queríamos para nosotros y para nuestras hijas.
Pero desde la fe que hoy vivo, creo de verdad que ahí estaba el Espíritu Santo. Creo que, aun inconscientemente, nos dejamos hacer, estábamos abiertos a la fuerza del Espíritu y de una manera natural respondimos al plan que Dios había trazado para nosotros.
Por eso hoy en mi tarea de catequista, o en los encuentros prematrimoniales, no puedo si no mostrar esta actitud.
Me preguntaban ¿qué significa la Iglesia en nuestra vida de matrimonio?
Recuerdo que cuando mi hija mayor comenzó a ir a catequesis, porque claro tenía que hacer la primera Comunión, en una de las reuniones con D. Antonio, algo hizo que me preguntase por mi fe y por el lugar del camino de la fe en que yo estaba, aquello que yo pedía para mi hija ¿qué sentido tiene para mí?
Dios se mete en mi vida y por supuesto en mi matrimonio y sentí la necesidad de entender mi matrimonio y (no quiero escandalizar) mi dormitorio desde la fe.
Esa búsqueda, los documentos de la Iglesia sobre el tema, el dar sentido cristiano a la entrega de matrimonio, me cambió de forma radical, como esposa y como mujer. Ha hecho más pleno, más verdad el amor.
Y en el día a día me ha servido para ver al otro en este caso a Juan con un mirada distinta, buscando la mirada de Dios, y eso me ha llevado a descubrir y valorar lo bueno que hay en él y a pasar por alto aquello que menos me gusta. Eso nos ha hecho más felices.
¿Qué podemos hacer nosotros por la Iglesia?
Desde nuestro convencimiento de que por el Bautismo somos Iglesia.
En un primer momento tal vez, caiga en la tentación de repasar las tareas pastorales propiamente dichas...catequesis, pero no es esto lo más importante.
Creo que los matrimonios cristianos hoy estamos llamados a dar testimonio de que descubriendo a Dios en tu vida, incluso hoy, es bueno, es camino de felicidad y es posible vivir la vocación al matrimonio cristiano: fiel e indisoluble, solo tú y para siempre. Intentar ser testimonio de lo, en palabras de Benedicto XVI, en Deus caritas est:
“El desarrollo del amor hacia sus más altas cotas y su más íntima pureza conlleva el que ahora aspire a lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuanto implica exclusividad —sólo esta persona—, y en el sentido del «para siempre ». El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es «éxtasis », pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios: « El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará ».
Para que nuestras hijas puedan “envidiar” lo que viven sus padres.