Evangelio - Reflexión - IV Domingo de Pascua
PARROQUIA "SAN MARTÍN DE O GROVE"
EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (10,1-10)
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas,
sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es
pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va
llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas
camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo
seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso
añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido
antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan
vida y la tengan abundante».
DOMINGO 4º DE PASCUA - LA PUERTA DEL REINO
La comparación que nos ofrece el Evangelio de hoy nos sitúa ante dos realidades bien
diferentes, opuestas y separadas. De un lado está el aprisco. Es el lugar donde se guarda
a las ovejas. Allí encuentran refugio frente al frío y el alimento necesario además de
protección contra los animales dañinos. Fuera del aprisco es precisamente el lugar donde
están esos animales. Fuera del aprisco no hay comida. Fuera del aprisco el frío puede ser
mortal. Fuera del aprisco las ovejas están a la intemperie. El lobo amenaza. Nada hay
seguro ahí afuera. Pero la comparación de Jesús no se centra ni en los peligros de fuera ni
en las comodidades de dentro sino en la puerta. La puerta es el paso obligado por el que
las ovejas han de pasar para entrar en el aprisco. Jesús afirma que él es la puerta o,
también, que es el dueño de las ovejas. Conoce a cada una por su nombre. Las cuida, las
alimenta, las protege. En oposición al ladrón, que salta la valla y sólo entra para robar y
matar, Jesús ofrece a las ovejas vida y vida abundante.
Toda la comparación se basa, más allá de la imagen concreta, en la contraposición entre
vida y muerte. Seguir a Jesús, acercarse a él, la puerta, es encontrarse con la vida. No
entrar por esa puerta es quedarse afuera, aislado en medio de los peligros y amenazas.
No entrar supone quedarse del lado de la muerte.
Pero, ¿qué significa para nosotros hoy entrar por la puerta que es Jesús? Alguno podría
pensar que la única solución para alejarse de los peligros de los que, según dicen algunos,
está lleno el mundo sería pasar todo el día metido en la Iglesia. Ese sería el lugar seguro.
Pero se equivoca el que piensa así. Jesús deja bien claro que “Yo soy la puerta: quien
entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Parece claro que entrar por la puerta que es Jesús, encontrarse con él, dejar que sea
nuestro único señor, cambia la vida de la persona. No es que cambie el lugar donde la
persona tiene que vivir. Lo que cambia es la persona y su forma de relacionarse con el
mundo. Tras pasar por la puerta que es Jesús, la persona puede entrar y salir. El mundo
ya no es un lugar amenazador y lleno de peligros. Todo el mundo se ha convertido en un
aprisco seguro donde puede encontrar pastos y vida. Teniendo a Jesús como pastor,
podemos salir del aprisco con confianza, podemos mirar la realidad de otra manera. Sin
miedo. La presencia del Resucitado llena el mundo y hace que las personas tengan vida y
vida abundante. Con Jesús el cristiano no tiene miedo a nada ni a nadie y su misma
presencia en medio del mundo es portadora de salvación para ese mundo.
Fernando Torres
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